lunes, 14 de agosto de 2017

En vísperas de mis 30 años


Estoy a muy pocos días de cambiar de década, ¡Se vienen los 30 años!
Lejos estoy de deprimirme, aunque debo admitir que el término "Señora "me sienta medio mal.
Cómo que todavía no logro amigarme con esa palabrita de 6 letras.
Bastante difícil me resulto cargar a mis 13 años con el apodo de "Nona". Ni hablar de las prematuras canas...
Fui tía por primera vez a los 4 años, tía abuela a los 26 años. Si sigo así, no llego a los 40!!! ( Na, chisteeee)
Aunque ahora que lo pienso mejor, mi apodo no estuvo nada mal y con los años aprendí a quererlo.
Con los años, aprendí muchas cosas...
Aprendí que los enojos no pueden ser eternos.
La importancia del poder perdonar
Entendí que los afectos no siempre permanecen para siempre. Algunas personas cambian de rumbo, llegan a nuestras vidas, nos sacuden y se van dejando una enseñanza o un gran recuerdo.
Entendí, y me costó bastante, que mis padres no son eternos. Me amigue con eso y poder comprender eso me enseñó a darles valor a los instantes.
Pucha que tenemos lindos momentos, las sonrisas de los que queremos, ver sus crecimientos, progresos. Qué lindo que es sentirnos queridos, que nos tengan en cuenta!
Con los años me amigué con mis fracasos. Durante mucho tiempo los sentí como un gran peso, hasta que pude entender la enseñanza que había detrás de cada uno de ellos.
Aprendí a escuchar...
¡Cuantos, de nosotros, muchas veces solo necesitamos que alguien nos escuche!
Aprendí a decir que no, sin sentirme mal por ello.
Con los años, me volví más auténtica.
Entendí la famosa frase: "quién te quiere, te busca".
También, comprendí que la actitud es una pequeña cosa, que hace una gran diferencia. Aunque, muchas veces el costo que tenemos que pagar por tenerla sea muy alto.
Entendí que siempre, si se quiere, se puede ayudar al otro. (Y no hablo precisamente de ayuda económica).
Aprendí que la palabra ambición no tiene por qué ser mala. La definición que brinda el diccionario dice: "Deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr".
Ojo, puede ser una cualidad muy positiva en ojos de algunos, y una muestra de competitividad desmedida para otros.
No hay nada malo en querer prosperar, eso sí, siempre y cuando uno sea respetuoso con los demás y honrado en su forma de actuar.
A mis casi 30 años, valoro mucho más los principios que me inculcaron mis padres.
Lo importante que es el respeto, para con los demás, pero, sobre todo, para con uno mismo.
La verdad, no tengo nada de que quejarme. Nada de que arrepentirme. Puedo considerarme, sin lugar a dudas, ¡una mujer AFORTUNADA!
Ahora sí,pueden llamarme SEÑORA!!!

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